
  Hasta ahora, todos podíamos ser Howard Carter. Ese privilegio se va a  acabar. "Íbamos a ser testigos de un espectáculo que ningún otro hombre  de nuestra época había tenido el privilegio de ver", escribió Carter de  su impresión al entrar a última hora de la tarde del 26 de noviembre de  1922 en la tumba de Tutankamón. Algo de esa emoción, la de invadir el  sepulcro auténtico de un faraón que había permanecido 23 siglos en su  sueño inalterado, la sigue compartiendo el visitante que se adentra,  tras pasar por taquilla y guardar cola, en el pequeño recinto en el  Valle de los Reyes.
       Las escaleras, el pasaje descendente (corredor) hasta la estrecha  entrada, la antecámara y el anexo tras ella, la cámara sepulcral,  tallada un metro por debajo del suelo de la antecámara, y finalmente la  pequeña habitación del tesoro... Sumergirse en las entrañas de la  tierra, arrastrar los zapatos por el cansado polvo, es regresar al  vientre de la historia y a uno de los grandes momentos fundacionales de  la gran aventura arqueológica. Aunque las cosas maravillosas del chico  dorado, todo su extraordinario ajuar destinado a acompañarle al más  allá, no estén en la tumba sino en el Museo de El Cairo, desde 2007 uno  tiene la incomparable pedrea de poder encontrarse en el sepulcro cara a  cara con el propio faraón, cuya momia reposa desde entonces a la vista.
 Pero, ay, la experiencia sensacional de visitar la tumba de  Tutankamón será pronto cosa tan del pasado como los propios faraones, a  tenor de las declaraciones del responsable de antigüedades de Egipto, el  tonante Zahi Hawass, que anunció ayer que ha decidido cerrar para  siempre la tumba al turismo y desviar este hacia una réplica que se  instalará en las cercanías.
 Es una decisión, la de echar el cerrojo a Tutankamón, aún sin fecha  -y que va a provocar posiblemente una avalancha de visitantes de última  hora: corran, corran- pero irreversible. Y seguramente irremediable dada  la "fatal atracción" (la expresión es del propio Carter) que el  legendario recinto, como otros altos lugares del patrimonio mundial,  provoca en la gente. Tanto da que la KV 62 (la denominación oficial de  la tumba de Tut) sea pequeñita y su escasa decoración de calidad  inferior a la de los hipogeos de sus mayores: no hay turista que no se  pirre por entrar. Es una de las experiencias irrenunciables en el 
tour egipcio.
 Hace tiempo que Hawass viene diciendo que no hay otra manera de  preservar para la posteridad las tumbas reales -un bien muy escaso: hay  63 en el Valle de los Reyes- que cerrándolas. Considera que en 200 años  al ritmo actual de visitas estarán destruidas. Durante años se ha  experimentado con un régimen de aperturas y cierres temporales para dar  descanso a los frágiles y fatigados sepulcros y permitir su cuidado y  regeneración, y también con ampliar el número de tumbas visitables  (lógicamente limitado) acondicionando algunas que no lo eran. La  alternativa de encontrar otras nuevas no es muy alentadora: desde 1922  en el Valle de los Reyes solo se ha hallado una, KV 63, en 2006 (no  perdamos la esperanza, Hawass busca febrilmente la de Ankesenamón, la  esposa de Tutankamón). También se está instalando iluminación en la  montaña de Qurna para hacer accesible la visita a la necrópolis y sus  monumentos en diferentes turnos a distintas horas, lo que paliaría las  actuales aglomeraciones. Pero esa política de paños calientes no puede  ser la solución definitiva. La humedad que provocan la respiración y la  sudoración de los turistas en los estrechos recintos es puro veneno para  las pinturas, por no hablar del roce inevitable de cuerpos y mochilas  contra paredes y columnas. De hecho, hace tiempo que están cerradas al  público dos de las joyas del arte funerario egipcio: la tumba de Seti I y  la de Nefertari, la esposa principal de Ramsés II. La primera es una  gran siringa monumental en el Valle de los Reyes y la segunda, una cuca  sepultura en el Valle de las Reinas en cuyas paredes resplandece pintada  la soberana de tal manera que uno está tentado de caer de rodillas a  sus pies.
 La alternativa que propone Hawass es la creación de un Valle de las  Réplicas (!) en que podrán visitarse copias exactas de las principales  tumbas a tamaño natural, realizadas tras un complejo proceso de  escaneado láser de los originales. El proyecto de las tumbas facsímiles  lo ha desarrollado la empresa radicada en Madrid Factum Arte. La réplica  de la tumba de Tutankamón, que será la primera en abrirse, ya está  hecha, y la seguirán las de Seti I y Nefertari. El emplazamiento  escogido para esa necrópolis de pega es a la entrada del Valle de los  Reyes, junto a la remozada casa de Howard Carter (donde este vivía  durante sus excavaciones -y donde una cobra se comió a su canario,  ¿recuerdan?-). La casa se ha convertido ya en una nueva atracción de la  zona; en ella, además de exhibirse las instalaciones de la época, se  proyecta un filme de 20 minutos con un holográfico Carter dirigiéndose  al público.
 Las réplicas tienen eso, que son réplicas. Por muy exactas que sean, y  pueden serlo mucho, como demuestra la espectacular exposición de copias  de los tesoros de Tutankamón que se puede ver ahora en diferentes  ciudades de Europa (hasta el 16 de enero en la Casa de Campo de Madrid),  carecen, en principio, de la digamos pátina emocional del original. Eso  es algo que quizá le traiga al pairo a un porcentaje importante de  turistas, pero parece difícil tener el síndrome de Stendhal con una  réplica. Puede ser un problema para las almas más sensibles. ¿Será lo  mismo penetrar en la neotumba de Tutankamón que hacerlo en la real?,  ¿pueden ser tan fuertes las neoemociones?, ¿habrá neomaldiciones? Los  más románticos dirán que no. El empleo de tecnología muy sofisticada sin  embargo puede llevar en un futuro no muy lejano a que sea virtualmente  -y valga la palabra- imposible distinguir la realidad de la copia. Un  mundo patrimonial a la altura de las ficciones de Philip K. Dick.
 Los especialistas en conservación son bastante unánimes en aplaudir  el cierre de los monumentos en peligro. "Muy acertada, mucho", dice de  la decisión de Hawass de bajar la persiana de la tumba de Tutankamón  Eduard Porta. Porta está en una situación privilegiada para enjuiciar el  caso. Consultor de la Unesco en Museología y Conservación, coordinador  del programa de los museos egipcios y del grupo de trabajo de Arte  Rupestre del ICOM, fue el director de la restauración de la tumba de  Nefertari llevada a cabo por la Fundación Getty en 1991. "Tutankamón no  puede tener 10 millones de visitantes al año, que es el número de  turistas que viajan a Egipto y pretenden ver su tumba. Tendría que  cerrarse no solo esa sino muchas más. No hay otra solución. Cuando  restauramos la de Nefertari la abrimos en 1992 por un corto espacio de  tiempo y hubo que volver a cerrarla enseguida. Ahora está perfecta. La  de Tutankamón sufre un problema muy importante de desprendimiento de las  capas de pintura. Es lógico, su humedad relativa debería estar al 30% y  a causa de los visitantes está al 90%. Añade a eso que de mayo a  noviembre la temperatura es de 40º...". Porta encuentra muy acertado lo  de hacer copias. Relativiza lo del síndrome de Stendhal. "¿A 40º, con  90% de humedad, rodeado de turistas empapados y con el oxígeno al 17%?,  no me hagas reír. Mejor ver una réplica, siempre que esté bien hecha,  con aire acondicionado y pudiendo respirar".
 El arqueólogo madrileño José Manuel Galán, que arranca el lunes la  nueva temporada de excavaciones en las tumbas de Djehuty y Hery, en Dra  Abu el-Naga, en el umbral del Valle de los Reyes considera desde El  Cairo: "Me parece bien que se cierren las tumbas si es resultado de un  estudio serio y un plan meditado. En nuestro equipo hay dos geólogos que  han hecho el estudio medioambiental de las cuevas de Altamira y el  impacto de los visitantes en espacios así es tremendo. Especialmente por  la humedad y la proliferación de hongos. La tumba de Tutankamón no me  parece la más amenazada precisamente, está peor la de Tutmosis III, pero  tiene mucho valor simbólico cerrarla. Egipto tiene que encontrar un  equilibrio entre preservación y turismo. Puede hacerlo porque tiene  monumentos con los que jugar, abriendo unos y cerrando otros. Las  réplicas son una buena alternativa: algunas de las que se hacen hoy son  extraordinarias".
 Hawass, que no es hombre que se ande con chiquitas, ya vislumbra la  posibilidad de crear réplicas de otros sufrientes monumentos de Egipto.  Quizá sea excesivo incluso para él plantear la réplica de una pirámide o  del templo de Karnak, pero ¿por qué no la galería y la cámara del rey  de la Gran Pirámide, otro monumento que es objeto de periódicos cierres a  causa de la presión del turismo?
 Lo que parece seguro es que somos las últimas generaciones con acceso  casi ilimitado a los grandes monumentos originales de la antigüedad. Lo  primero en cerrar han sido las cuevas pintadas de la prehistoria  (Altamira, Lascaux...), aunque algunas pueden aún visitarse de manera  limitada. Ahora llegan las más famosas tumbas egipcias. Seguirán sin  duda otros espacios. Imperceptiblemente, muchos sitios célebres del  pasado han ido preservándose del turismo. Hace mucho que, aunque la  visita a la Acrópolis sea libre, no es posible entrar en el Partenón;  tampoco son accesibles algunas tumbas etruscas... Corran, corran.    
Fuente: 
Egiptologia.com